  | 
     
         
          TEXTOS   | 
         
         
            | 
         
       
      
         
             
            TERESA DEL CONDE. 
             
            JUAN SORIANO EN PERSPECTIVA. 
             
                         
                         
             1 . 2 
            . 3 . 4 . 5 
            . 6 
             
             
            Durante la última estancia de Juan Soriano en México, 
            en noviembre de 1983, tuve oportunidad de charlar varias veces con 
            él y naturalmente que siempre tratamos temas relacionados con 
            el arte. Al poner atención en su decir, coloquial, saltarín, 
            llevado mas por ocurrencias de momento que por el deseo de mantener 
            una conversación en serio, se me ocurrió 
            que muchas de las cosas, que mencionaba podrían ser llevadas 
            a un desarrollo más amplio y que eran dignas de retenerse como 
            testimonios. Esto a pesar de que las expresaba haciendo gala de la 
            elegante y frívola soltura con la que un bon-vivant aborda 
            temas de muy diferente índole y jerarquía. Le propuse 
            a Juan que tuviésemos una entrevista formal. El acepto encantado, 
            pero la tónica de la entrevista no fue muy diferente de la 
            que privo en las conversaciones anteriores. Yo intentaba hacerle preguntas 
            -que llevaba nítidamente formuladas- pero pronto me di cuenta 
            de que su placer por monologar y por hablar de lo que a él 
            le gusta, iba a resultar incompatible con mi propósito de someterlo 
            a un cartabón de preguntas y respuestas en el que abundaban 
            cuestiones sobre iconografía, línea, color, configuración, 
            apreciación estética, etc. Por esta razón a las 
            primeras de intercambio prescindí del tarjetón en el 
            que llevaba anotados los puntos que supuestamente trataríamos 
            y opté por seguir el mismo hilo de libre asociación 
            que él estableció a partir de la primera respuesta 
            que intenté darme. El resultado de ese diálogo -muy 
            vivo y por momentos profundo- redundo en una serie no muy ordenada 
            de impresiones que fui recogiendo sobre la marcha.; Incluyen de alguna 
            manera los temas que a mí me había interesado tratar 
            desde el principio, a los que fuimos llegando de manera indirecta. 
            Transcribo la totalidad de lo que Juan Soriano me dijo aquella tarde 
            sometiendo su discurso a una cierta labor de edición en la 
            que por necesidad existen algunos desplazamientos del material que 
            fue aflorando durante la conversación. Sin embargo en la medida 
            de lo posible la secuencia de su pensamiento se presenta tal cual 
            y desde luego el estilo de su lenguaje esta fielmente traspuesto. 
             
            Siempre he tenido profundo interés por lo que los artistas 
            dicen. Hoy en día dicho interés constituye el sentir 
            general de todos los que nos dedicamos a observar y estudiar el campo 
            artístico. De hecho, los testimonios escritos o verbales de 
            los artistas constituyen los mejores puntales para la elaboración 
            en perspectiva de los escritos teóricos sobre historia del 
            arte. Además, lo que Juan Soriano expreso contiene muchas de 
            las claves que permiten aproximarse a su visión de las cosas 
            y específicamente a su labor creativa. 
             
            El comentario inicial que yo hice a Juan Soriano a manera de pregunta, 
            se refería a la reiteración de ciertas imágenes 
            que parecen haberlo perseguido desde siempre: varias de ellas -a mi 
            parecer- se anudan con las diversas investiduras que puede tener la 
            idea de muerte. De allí partió lo que ahora presento 
            en forma de monologo, suprimiendo mis intervenciones que en lo fundamental 
            pretendían únicamente llevar a mi entrevistado a mantener 
            un cierto orden estructural en la secuencia de su discurso. 
             
            El globo en que vivimos y las nubes que nos rodean, los cielos, el 
            espacio, las figuras en el paisaje, las presencias de las que tu hablas, 
            los campos, etcétera, forman algo de lo que nunca vamos a salir: 
            el cosmos, creo que siempre vamos a estar en él, sea en esta 
            tierra o en otra vida si la hubiera, porque de haberla, no seria fuera 
            del cosmos. Sin la muerte nada tendría valor. Nunca me ha preocupado 
            la idea de que yo voy a desaparecer como Juan, o como individuo. Me 
            parece maravillosa la muerte porque le da valor a cada dibujo que 
            uno hace, a cada conversación que uno tiene, a cada momento 
            que se vive, que es único e irrepetible y lo es porque va a 
            pasar el Yo que lo vive. Entonces es maravilloso tener la facultad 
            de hacer pequeños objetos que representan esa variedad de emociones 
            que constituyen la vida de mi yo. 
             
            Lo difícil para mí es hacer nacer algo: un cuadro, un 
            dibujo o este mismo diálogo que estamos sosteniendo. Siempre 
            me viene a la mente que falto algo de mi parte para hacerlo o decirlo 
            bien. El misterio grande es cuando aparece una cosa en todo su esplendor, 
            cuando y a no se oculta nada en relación a lo que haces y creas. 
            Ya he tenido varios momentos en los que aparece ese esplendor. Nunca 
            se bien que es lo que va a aparecer. Hay un momento en el que me echo 
            un clavado en el espacio a ver si sale, todo eso, si, apoyado con 
            líneas, espacios, gradaciones de tono. El cambio de una línea 
            puede determinar que el conjunto tenga o no significado. El primero 
            que se lee a sí mismo soy yo, viendo el cuadro o el dibujo 
            terminado. Es como cuando te ves en el espejo y descubres que algo 
            ha cambiado en tu cara. 
            He sentido placer, gusto, al ver algunas de mis cosas. Pero al instante 
            pienso que quizás esta impresión sea momentánea 
            y entonces dejo el trabajo y lo vuelvo a ver mas adelante. Podría 
            pintar mil años el mismo cuadro pero siempre llega el momento 
            en el que creo que ya salió, entonces lo dejo y no me vuelve 
            a preocupar nunca mas, porque si salió, tuvo éxito, 
            es que tendrá sus encantos y se comunicará con mucha 
            gente. Si no salió será como una hoja seca que no tiene 
            ninguna importancia, como si fuera un fruto que cayó al suelo 
            y se pudrió. Pero si sobrevive se convierte en el producto 
            de una cultura. En este momento me acuerdo que desde niño me 
            emociono ver que alguien con un lápiz y dos o tres colores 
            sugería todo un mundo de formas y que si yo agarraba el lápiz 
            y los colores podía repetir esos movimientos y dar otra versión 
            de ese mismo tema. 
             
            Tengo recuerdos, remotos, pero uno no puede llamar a los recuerdos, 
            ellos vienen cuando quieren. Me emocionaba mucho un joven que dibujaba 
            bicicletas y las dibujaba con una perfección que me dejaba 
            asombrado; los rayos de las ruedas, las llantas, los manubrios; con 
            un lápiz o una pluma él hacia aparecer una bicicleta. 
            Hice una vez un cuadro en el que aparecen bicicletas, La vuelta a 
            Francia, de 1959. Me hacia reír un poco este acontecimiento 
            y quise burlarme de la tal vuelta a Francia, pero ahora que lo dices 
            algo debe haber quedado allí de mi admiración por la 
            bicicleta. Quiero decirte que aún ahora me obsesiona la aparición 
            de algo: yo con un papel y un lápiz podría registrar 
            tu figura escribiendo, y pensar al mismo tiempo que ambas cosas van 
            a sobrevivirnos, tu escrito y mi dibujo, siquiera sea como documentos. 
            Por eso me impresiona el valor de todos los actos cotidianos. ¡Están 
            allí y están para siempre! 
             
            regresar / continúa | 
         
       
       | 
     
      
      
       |