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            OCTAVIO PAZ. 
            Retratos de Lupe Marín por Juan Soriano. 
            Introducción al Catalogo de la exposición, Galería 
            Misrachi. México, 1962.  
             
            Pocos pintores mexicanos provocan en mi la diversidad de respuestas 
            que la obra, a un tiempo cambiante y fiel a si misma de Juan Soriano. 
            En dos ocasiones, en 1941 y en 1953, he tratado de fijar, en unas 
            cuantas palabras apresuradas, su imagen. 
             
            La pintura de Soriano (la de hoy como la de ayer) es tradicional en 
            un sentido muy distinto al del mero regreso a las formas y procedimientos 
            del pasado. Lo que se propone el pintor, sirviéndose de todos 
            los medios a su alcance, es una exploración de los orígenes. 
             
             
            Con una libertad mayor que Diego Rivera, con mas crueldad pero también 
            con mas ternura, Soriano pinta ahora a Lupe Marín. La pinta 
            con pinceles fanáticos, con el rigor del poeta ante la realidad 
            cambiante de un rostro y un cuerpo, con la devoción del creyente 
            que contempla la figura inmutable de la deidad. Movilidad y permanencia. 
            Lupe aparece en muchos tiempos y manifestaciones de su existencia 
            terrestre (cada instante es una encarnación diferente) y toda 
            esa pluralidad contradictoria de rostros, gestos y actitudes se funde, 
            como en la imagen final del abanico, es una visión inmóvil, 
            obsesionante: Lupe Tonantzin. 
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